Pastorear una Iglesia puede ser en muchas formas un camino retador. Los retos algunas veces no son tan
obvios. Es fácil ver cosas tales como cuando tu autoridad como líder es retada o cuando las presiones
financieras retan tu habilidad para completar la visión de tu iglesia. Pero hay retos en los que necesitas
estar alerta y ser precavido ya que son sutiles y llevan gran poder para destrucción. Uno de esos retos es
el tema de esta instrucción, y tiene que ver contigo personalmente. Mi oración aquí es que tengas oídos
para escuchar y un corazón para recibir esta buena palabra de Dios.

Un consejo realmente bueno que yo escuché años atrás, vino de un sabio ministro anciano quien había
estado en las trincheras del ministerio por más de 50 años, y desde luego todos sabemos que debemos
escuchar a tales personas y recoger la sabiduría que poseen. Su amonestación al salón de los que serían-
pastores fue simple, mas sin embargo muy profunda. El simplemente dijo, “Pastores, no se trata de
ustedes. ”Sus explicaciones a esta declaración fueron escasas, pero todos los presentes claramente
entendimos lo que quería decir mientras él exponía más. Ésta también es palabra para ti y para mí y para
todos los que pastorean el rebaño de Jesús y lideran Su Iglesia.  

                                                               LA ADVERTENCIA

¿Qué estaba realmente diciendo este hombre sabio? Ambas cosas, advirtiendo y guiando a aquellos que
lo seguirían en el ministerio. La advertencia fue obvia. Cualquiera que haya estado en liderazgo por algo
de tiempo puede avalar al hecho de que algunas veces es difícil permanecer humilde por cauda de tu alto
perfil. Aquellos bajo tu cargo tienden a alabarte y a levantarte a niveles de respeto o admiración mas allá
de lo que es correcto. Es bueno que tú como pastor recibas doble honor de acuerdo a la Biblia; sin
embargo, la forma en la que reacciones a ese honor puede ser peligrosa para tu bienestar espiritual.
Nunca jamás recibas la adoración del público como tuya. Su intención es buena cuando te dicen lo bueno
que fue tu sermón o cómo están impresionados con tu liderazgo en su iglesia; sin embargo, es veneno
mortal en la mano para aquel que absorbe estos halagos y para quien se eleva en si mismo. Nosotros
llamamos esta condición SOBERBIA. Queda advertido a este respecto. Lo correcto a recordar es que
debes aprender a desviar los elogios de los hombres y claramente dirigirlos a Jesús; El que es
responsable de lo que está sucediendo para bien.

                                                                  EL LIDERAZGO

No solo fueron estas palabras una advertencia, sino fueron previstas para guiar a estos jóvenes pastores
de tal forma que pudieran evitar los tropiezos del orgullo. Después de todo, es mucho mejor saber dónde
están los hoyos en el camino que saber cómo salir de ellos una vez que caes. Esto fue logrado por medio
de establecer muy temprano en ellos una clara doctrina de humildad, mucho antes que la tentación de
caer en el orgullo se presentara. La amonestación es esta: recuérdate a menudo que Jesús es la razón de
tu éxito. No se trata de ti. Taládralo a tus pensamientos hasta que ningún halago que se te dé, pueda ser
absorbido dentro de ti. Te diré que este nivel de humildad requiere todo el esfuerzo necesario para
emplear el poder de Romanos 12:1-2 ― requiere de una constante renovación de tu mente. Esta debe ser
uno de tus deberes pastorales habituales.

                                                          EL PLAN DE DIOS PARA TI

El plan de Dios es elevarte Pastor, de modo que puedas elevar a Jesús ante los ojos de todos los
hombres. Esta es la forma en que trabaja el liderazgo en el Reino. Pero, no es acerca de ti. Tú eres
simplemente una herramienta que Dios usa. Es acerca de Jesús. Todo lo que haces es acerca de Jesús.
Velo en esta forma: Dios te usa para atraer la atención a Él. Él hace esto a través de tus palabras. Él hace
esto a través de tu éxito por fe. Él hace esto a través de las demostraciones de Su poder que fluyen a
través de ti, que exhiben el poder de resurrección de Jesucristo. Pero Él debe ser capaz de confiarte
para que te encargues de desviar las alabanzas de los hombres y camines en humildad delante de Él.
RECUERDA: El nivel de humildad que obtengas determinará los niveles de poder y éxito que alcanzarás
en el ministerio.

El diseño de Dios es abundantemente claro en que Él tomó la decisión de usar hombres falibles para
guiar Su Iglesia. Jesús es ciertamente la Cabeza de la Iglesia, pero Él ha comisionado a personas como tú
y yo para liderarla. Esto presenta un problema potencial. El problema se llama carne. Tu carne deseará el
buen sentir que acompaña al reflector de tu púlpito. Tu carne deseará más y más respeto de aquellos a
quienes les ministras. Tu carne comenzará a medir el tiempo de púlpito por las respuestas del público en
lugar del fruto que fue producido. Tu carne te moverá de una mentalidad de siervo a una mentalidad de
señorío, y esperar por tanto que otros te sirvan a ti en lugar de tú hacer lo que Jesús te enseñó, ser
siervo de todos. La carne causará que actúes y pienses y hables en formas que en ninguna manera
reflejan a Jesús; después de todo, imitar a Jesús es la finalidad de tu ministerio Pastor. No se trata de ti.
Se trata de Jesús.

Tú has sido separado para servicio del Reino y ungido por el Espíritu Santo para llevar a cabo el trabajo al
que has sido llamado. Sin embargo, tu llamado y unción no echan fuera automáticamente esas
inclinaciones humanas y carnales que posees como hombre mortal. Por eso, es de suma importancia que
tengas cuidado ―gran cuidado― de señorear sobre tu carne de modo que no estorbe el trabajo de Dios y
Su plan divino para el ministerio a través de ti. De nuevo señalo el método señalado en Romanos 12:1-2.
Ahí está tu clave al éxito en este aspecto.

                                                                    TU IDENTIDAD

He hablado antes acerca de esta revelación, pero en este estudio en particular es muy aplicable, de modo
que por favor permíteme esto. Esto tiene que ver con nuestra propia identidad como pastor. El día llegó
cuando el Señor me enseñó la importancia del oficio de mi ministerio y de su prioridad sobre mi propio
nombre. Esta revelación vino a ser después de un servicio de adoración de domingo por la mañana
cuando un visitante se acercó a mí en el recibidor. Me preguntó si prefería ser llamado “Pastor”,
“Reverendo”, o “Randy”. Mi respuesta tenía la intención de ser humilde, “OH, en realidad me da igual; no
me agarro de títulos.” Más tarde fui disciplinado e instruido por el Espíritu Santo por haber hecho esa
declaración.

La lección aprendida ese día fue que sí importa cómo me llamen las personas, especialmente aquellos
bajo mi cargo espiritual. Fui instruido a enseñar a mi gente la necesidad de llamarme “Pastor.” Esto no
tenía el fin de elevarme en ninguna forma, sino hacer justo lo opuesto. Era para ser un constante
recordatorio de que fui enviado a servir al pueblo de Dios y que Él me había instalado como Su líder para
llevar acabo esa servidumbre. Hay un elemento de respeto y honor en tal saludo y eso es bueno; sin
embargo, esa es una de esas áreas para ser cautelosos. Los psicólogos nos dicen que nuestro propio
nombre es la palabra con el sonido más dulce a nosotros. Denota quien somos y es particularmente dulce
cuando alguien más conoce nuestro nombre. A lo mejor es por esto que nuestro Señor necesitaba que
este su siervo hiciera mi propia identidad a un lado y asumiera en lugar del mío Su título de oficio de
ministerio. Tu propia identidad debe ser un recordatorio de tu llamado y servicio a Dios, y no algo que te
eleve en tus propios ojos. Te amonesto a que camines humildemente delante del Señor, porque después
de todo, no es acerca de ti.

                                                                      EL PÚLPITO

¿Alguna vez has estado predicando solo para descubrir que estabas siendo guiado por el público? Yo sí.
No era mi intención, pero sin darme cuenta sus respuestas me estaban guiando sutilmente a lo largo de
un camino diferente al que Dios había planeado. ¡Estoy tan agradecido de tener un maestro! El Espíritu
Santo amorosamente me mostró lo que estaba sucediendo. Mi “necesidad de aceptación” de parte del
público me estaba guiando a decir lo que ellos querían escuchar, aun más importante, me estaban
desviando de hablarles la verdad. ¿Ves cómo subconscientemente era acerca de mí? ¡No es acerca de mí!
El que le agrade a alguien en la congregación, o le agrade lo que Dios tiene que decir, no debe ser de
consecuencia alguna para mí como portador de Su mensaje. No es acerca de mí. Es acerca de Él y lo que
Él desea decir a Sus santos. Pastor, tampoco se trata acerca de ti en el púlpito. Predica y enseña
exactamente lo que se te dice que prediques y enseñes. En ese aspecto no des cabida a pensamientos
que provengan de ti. Humildemente obedece a Dios y experimentarás la gloria de Dios en tu iglesia.
Aleluya.

                                                               LA CONGREGACIÓN

Hemos visto varias áreas diferentes dentro de tu ministerio en las que el orgullo puede subir a la
superficie. Existe aún un área mas que siento es digna de nuestra atención en este breve estudio, y tiene
que ver con aquellos a quienes ministras.

Una vez mas tomo de la experiencia personal para mostrarte el camino que no debes seguir. La primera
iglesia a la que Kay y yo fuimos asignados por el Espíritu Santo estaba adyacente al vecindario. Me quedo
corto al decir que era una parte difícil y ruda de la ciudad. De hecho, para un par de jóvenes habitantes de
los suburbios, que nunca habían conocido la dificultad o pobreza, era un verdadero reto. Nos hemos
referido años mas tarde a esos tiempos como “aquellos tempranos años en el campo de misión.”

La experiencia que abrió mis ojos vino un domingo por la mañana cuando fuimos privilegiados de tener al
primer visitante millonario en la iglesia. Mientras caminaba de mi oficina al edificio donde estaba el
santuario noté el nuevo Mercedes estacionado entre los carros de siempre: una vagoneta Rambler,
camionetas Pickup´s de todos colores, y un viejo chevy deteriorado. Al instante me sentí bien acerca del
hecho de que este lujoso automóvil estuviera afuera de nuestra iglesia. Nos hacía vernos bien. Lo que no
se me ocurrió en ese tiempo fue que este pensamiento instantáneo de buen sentir era en realidad nada
menos que soberbia.

No podía, por más que quería, entender lo que movió a este hombre de grande riqueza venir a nuestra
humilde y pequeña iglesia, pero allí estaba. Su familia se vestía bien, de modo que subía de nivel la vista
en general de la congregación. Y su dinero engordó nuestra cuenta de banco lo cual nos permitió hacer
más y ser más que antes. El y su familia eran personas maravillosas que amaban al Jesús, y nosotros
estábamos contentos de que fueran parte de nuestra familia de la iglesia por una temporada.

La verdad del asunto es que sean Mercedes lujosos o carros chevy´s maltratados los que llenan el
estacionamientos de tu iglesia, no debe hacer diferencia en cómo te veas a ti mismo, o a tu iglesia. Si lo
hace, si te hace sentir un poco más estable o un poco más atractivo para miembros potenciales de la
iglesia, entonces necesitas tomarte una muy larga reflexión en tu corazón. Recuerda: no se trata de ti
Pastor. El valor para Dios de cada una de las personas que asisten a tu iglesia el domingo por la mañana
no es medido por su estado de cuenta no por su posición social no por ninguna otra medida carnal. Dios
ama a cada uno igualmente y está igualmente interesado en ministrar amorosamente a cada uno. Así
debes hacer tú también. Cuando tu ministerio jo es acerca de ti, no tendrás pensamientos de favoritismo
o elitismo. Es entonces que Dios podrá visitar tus servicios de adoración con poder y Él demostrará Su
poder y Jesús será glorificado.

                                                            AMONESTACIÓN FINAL

Admito que hay mucho más que necesito aprender acerca del ministerio. Pero una cosa que puedo
declararte es esta profunda verdad: En la ecuación del ministerio, entre menos se vea de ti, más se verá
de Jesús. Esto es todo acerca de Jesús. No es acerca de ti.

Sé bendecido en tu servicio al Reino.  
¡PASTOR, NO SE TRATA DE TI!